Necesitamos aprender a amar.
Necesitamos aprender a amar y aceptar a las personas.
Necesitamos aprender a amar y aceptar a las personas como son y no como deseamos que sean.
Necesitamos aprender a amar y aceptar a las personas aun cuando ellas nos decepcionen.
Necesitamos aprender a amar y aceptar a las personas aun cuando no representen nuestro ideal.
Necesitamos aprender a amar y aceptar a las personas aun cuando nos hieran con palabras o acciones.
Es difícil, muy difícil, pero necesitamos aprender a amar.
Necesitamos aprender a ver, escuchar y sentir con el alma.
Ver, escuchar y sentir con el alma, lo que dicen los hombros caídos, los ojos evasivos, las manos inquietas y las palabras superficiales, la sonrisa fingida, la alegría simulada y la vanagloria exagerada de los que nos rodean.
Ver, escuchar y sentir con el alma, la angustia, la inseguridad, la soledad, el dolor de nuestro prójimo.
Es difícil, muy difícil, pero necesitamos aprender a amar y a perdonar.
Porque el verdadero amor perdona, echa fuera las tristezas y cura las cicatrices que las situaciones descritas pueden haber grabado en nuestro corazón. Porque el amor perdona y no alimenta heridas, no cultiva ofensas, olvida y extingue todo el dolor.
Es difícil, muy difícil, pero necesitamos aprender paso a paso, a amar, aceptar y perdonar a las personas.
Descubramos el valor que se encuentra dentro de cada vida, de todas las vidas. Valores que han sido enterrados por el rechazo, la falta de comprensión, cariño y aceptación. Valores que se han perdido por las experiencias duras vividas a lo largo de los años.
Necesitamos aprender a ver, escuchar y sentir las personas con el alma, las posibilidades que Dios le dio a nuestro prójimo.
Necesitamos aprender, pero ¡Es lento el aprendizaje! ¡Es difícil!
Necesitamos aprender entre tropiezos y errores.
Necesitamos aprender a amar, aceptar y perdonar a nuestros hermanos como Dios nos ama a nosotros.
Nosotros no somos como Dios desea que seamos, lo decepcionamos, nos apartamos de Su ideal, lo herimos y sin embargo, El nos ama incondicionalmente y nos perdona.
Necesitamos aprender a amar y perdonar a nuestro prójimo como El Señor nos ama y perdona a nosotros.
Mateo 5:44
Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, y oren por quienes los persiguen.
Lucas 6:27
Pero a ustedes que me escuchan les digo: Amen a sus enemigos, hagan bien a quienes los odian.
Lucas 6:35
Ustedes deben amar a sus enemigos, y hacer bien, y dar prestado sin esperar nada a cambio. Así será grande su recompensa, y ustedes serán hijos del Dios altísimo, que es también bondadoso con los desagradecidos y los malos.
Lucas 7:47
Por esto te digo que sus muchos pecados son perdonados, porque amó mucho; pero la persona a quien poco se le perdona, poco amor muestra.
Lucas 10:25-37
Un maestro de la ley fue a hablar con Jesús, y para ponerlo a prueba le preguntó: Maestro, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna? Jesús le contestó: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué es lo que lees? El maestro de la ley contestó: Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y ama a tu prójimo como a ti mismo. Jesús le dijo: Has contestado bien. Si haces eso, tendrás la vida. Pero el maestro de la ley, queriendo justificar su pregunta, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? Jesús entonces le contestó: Un hombre iba por el camino de Jerusalén a Jericó, y unos bandidos lo asaltaron y le quitaron hasta la ropa; lo golpearon y se fueron, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote pasaba por el mismo camino; pero al verlo, dio un rodeo y siguió adelante. También un levita llegó a aquel lugar, y cuando lo vio, dio un rodeo y siguió adelante. Pero un hombre de Samaria que viajaba por el mismo camino, al verlo, sintió compasión. Se acercó a él, le curó las heridas con aceite y vino, y le puso vendas. Luego lo subió en su propia cabalgadura, lo llevó a un alojamiento y lo cuidó. Al día siguiente, el samaritano sacó el equivalente al salario de dos días, se lo dio al dueño del alojamiento y le dijo: Cuide a este hombre, y si gasta usted algo más, yo se lo pagaré cuando vuelva. Pues bien, ¿cuál de esos tres te parece que se hizo prójimo del hombre asaltado por los bandidos? El maestro de la ley contestó: El que tuvo compasión de él. Jesús le dijo: Pues ve y haz tú lo mismo.
Juan 3:16
Pues Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna.
Juan 13:34-35
Les doy este mandamiento nuevo: Que se amen los unos a los otros. Así como yo los amo a ustedes, así deben amarse ustedes los unos a los otros. Si se aman los unos a los otros, todo el mundo se dará cuenta de que son discípulos míos.
Juan 15:9
Yo los amo a ustedes como el Padre me ama a mí; permanezcan, pues, en el amor que les tengo.
Juan 15:12
Mi mandamiento es este: Que se amen unos a otros como yo los he amado a ustedes.
1 Corintios 13
Si hablo las lenguas de los hombres y aun de los ángeles, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Y si tengo el don de profecía, y entiendo todos los designios secretos de Dios, y sé todas las cosas, y si tengo la fe necesaria para mover montañas, pero no tengo amor, no soy nada. Y si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y aun si entrego mi propio cuerpo para tener de qué enorgullecerme, pero no tengo amor, de nada me sirve. Tener amor es saber soportar; es ser bondadoso; es no tener envidia, ni ser presumido, ni orgulloso, ni grosero, ni egoísta; es no enojarse ni guardar rencor; es no alegrarse de las injusticias, sino de la verdad. Tener amor es sufrirlo todo, creerlo todo, esperarlo todo, soportarlo todo. El amor jamás dejará de existir. Un día el don de profecía terminará, y ya no se hablará en lenguas, ni serán necesarios los conocimientos. Porque los conocimientos y la profecía son cosas imperfectas, que llegarán a su fin cuando venga lo que es perfecto. Cuando yo era niño, hablaba, pensaba y razonaba como un niño; pero al hacerme hombre, dejé atrás lo que era propio de un niño. Ahora vemos de manera indirecta, como en un espejo, y borrosamente; pero un día veremos cara a cara. Mi conocimiento es ahora imperfecto, pero un día conoceré a Dios como él me ha conocido siempre a mí. Tres cosas hay que son permanentes: la fe, la esperanza y el amor; pero la más importante de las tres es el AMOR.