sábado, 25 de octubre de 2008

El Narciso

Mi hija me había telefoneado varias veces, para decirme: "Mamá, tienes que venir a ver los narcisos antes de que se acaben." Yo deseaba ir, pero era un camino de dos horas desde Laguna hasta Lake Arrowhead. "Iré este martes", le prometí con cierta renuencia, cuando llamó por tercera vez. El martes amaneció frío y lluvioso. Sin embargo, había yo prometido, y manejé hasta allá a regañadientes. Cuando finalmente entré a la casa de Carolina, los gozosos sonidos de niños felices me dieron la bienvenida. Encantada, abracé y saludé a mis nietos. "¡Olvida los narcisos, Carolina! ¡El camino está invisible con estas nubes y esta niebla, y no hay nada en este mundo, excepto tú y estos pequeños, que yo desee ver tanto como para manejar una pulgada más!"

Mi hija sonrió calmadamente y dijo: "Nosotros manejamos en estas condiciones todo el tiempo, Mamá." "Bueno", le aseguré, "no me harás volver al camino sino hasta que aclare, y entonces ¡será para encaminarme a mi casa!" "Pero, primero, vamos a ver los narcisos. Son sólo unas pocas cuadras," dijo Carolina. "Yo manejaré, estoy acostumbrada a esto." "Carolina", dije firmemente, "por favor." "No te preocupes, Mamá, todo está bien, te lo aseguro. Nunca te perdonarías haberte perdido esta experiencia."

Después de unos veinte minutos, doblamos a un angosto camino de grava y vimos un pequeño templo. Al otro lado del templo, vi un letrero hecho a mano, con una flecha, que decía: "Jardín de Narcisos." Salimos del carro, cada una tomó a un pequeño de la mano, y yo seguí a Carolina por el sendero. Entonces, al doblar una curva, miré y quedé boquiabierta. Delante de mí estaba la vista más gloriosa.

Parecía como si alguien hubiera tomado una enorme tina de oro y la hubiera derramado sobre la cumbre del monte y sus laderas. Las flores estaban plantadas en majestuosos diseños arremolinados, grandes fajas y tiras de un anaranjado intenso, blanco cremoso, amarillo cetrino, salmón rosa, azafranado y amarillo mantequilla. Cada variedad de diferente color estaba plantada en grandes grupos, de tal manera que se arremolinaban y ondulaban como un solo río, con su propio y único matiz. Había cinco acres de flores, unas dos hectáreas y media. "¿Quién hizo esto?", le pregunté a Carolina. "Una mujer nada más", me respondió Carolina. "Ella vive en este terreno. Ésa es su casa." Carolina señaló una casa bien cuidada con una estructura en A, pequeña y modestamente asentada en medio de toda esa gloria. Caminamos hasta la casa.

En el patio, vimos un letrero. "Respuestas a las Preguntas que Yo Sé que Estás Haciendo", decía el encabezado. La primera respuesta era una sencilla: "50, 000 bulbos." La segunda respuesta era: "Uno a la vez, por una mujer. Dos manos, dos pies y un cerebro." La tercera respuesta era: "Comenzó en 1958." Para mí, ese momento fue una experiencia-que-cambia-la-vida. Pensé en esta mujer a quien nunca había conocido, quien, hacía más de cuarenta años había empezado a traer, un bulbo cada vez, su visión de belleza y gozo a una obscura cima de un monte. Plantando un bulbo cada vez, año tras año, esta mujer desconocida había cambiado para siempre el mundo en que vivía. Un día cada vez, ella había creado algo de extraordinaria magnificencia, belleza e inspiración. El principio que su Jardín de Narcisos enseñó es uno de los grandes principios para celebrar.

Esto es, aprender a movernos hacia nuestras metas y deseos un paso cada vez -a menudo tan sólo un pasó de bebé cada vez- y aprender a amar el hacer, aprender a usar la acumulación de tiempo. Cuando multiplicamos minúsculos espacios de tiempo con pequeños incrementos de esfuerzo diario, encontraremos que podemos realizar cosas magníficas. Podemos cambiar el mundo. "Me pone triste, en cierto modo", admití a Carolina. "¿Qué hubiese yo logrado si yo hubiese pensado en una meta maravillosa hace unos treinta y cinco o cuarenta años, y hubiese yo trabajado esa meta 'un bulbo cada vez' a través de todos esos años? ¡Nada más piensa en lo que yo hubiera realizado!" Mi hija resumió el mensaje del día en su manera directa usual: "Empieza mañana", dijo. Ella estaba en lo cierto. Es tan sin sentido pensar en las horas perdidas del ayer. La manera de hacer el aprendizaje una lección de fiesta en vez de una causa de pesar es preguntar nada más: "¿Cómo puedo usar esto hoy?"

Usa el Principio Narciso. No esperes: Hasta que tu carro o tu casa estén pagados. Hasta que consigas un nuevo carro o casa. Hasta que termines la escuela. Hasta que regreses a la escuela. Hasta que limpies tu casa. Hasta que organices tu cochera. Hasta que limpies tu escritorio. Hasta que bajes cinco kilos. Hasta que subas cinco kilos. Hasta que te cases. Hasta que te divorcies. Hasta que tengas niños. Hasta que los niños vayan a la escuela. Hasta que tus hijos se vayan de la casa. Hasta que te retires. Hasta la primavera. Hasta el verano. Hasta el otoño. Hasta el invierno. Hasta que mueras

No hay mejor tiempo que ahora para ser feliz. La felicidad es un viaje, no un destino. Así, trabaja como si no necesitaras dinero. Ama como si nunca hubieras sido lastimado. Danza como si nadie te estuviera mirando. Te deseo un día precioso, un día narciso. No tengas miedo de que tu vida termine, ten miedo de que no comience. --Anónimo--

miércoles, 22 de octubre de 2008

Estrellas de mar

Se cuenta que en cierta ocasión la marea sacó a la playa miles y miles de estrellas de mar vivas. Una mujer con mucha sensibilidad y amor a las criaturas de Dios comenzó a recoger una por una cuantas estrellas podía, y una por una las devolvía al mar para evitar que murieran. Entonces alguien se le acercó y le dijo: "¿Para qué se molesta? ¡No vale la pena! ¿No ve que son miles y usted no podrá devolver sino unas cuantas al mar?" La mujer no dijo nada en ese momento. Sólo recogió otra estrella más y la devolvió al agua. Entonces comentó: "Para esa estrella de mar, sí valió la pena mi esfuerzo".

El mensaje de esta historia es que no siempre podremos cambiar a todo el mundo; pero podremos cambiar una porción de él. Que tal vez no podamos cambiar a toda la empresa, pero que tal vez logremos cambiar a una unidad. Que tal vez no podamos cambiar a todo nuestro departamento, pero tal vez logremos cambiar a una persona. Y entonces, por esa sola persona, nuestro esfuerzo habrá valido la pena.

domingo, 19 de octubre de 2008

La semilla de la honestidad

Se cuenta que allá por el año 250 AC., en la China antigua, un príncipe de la región norte del país estaba por ser coronado emperador, pero de acuerdo con la ley, él debía casarse. Sabiendo esto, él decidió hacer una competencia entre las muchachas de la corte para ver quién sería digna de su propuesta.Al día siguiente, el príncipe anunció que recibiría en una celebración especial a todas las pretendientes y lanzaría un desafío.

Una anciana que servía en el palacio hacía muchos años, escuchó los comentarios sobre los preparativos. Sintió una leve tristeza porque sabía que su joven hija tenía un sentimiento profundo de amor por el príncipe. Al llegar a la casa y contar los hechos a la joven, se asombró al saber que ella quería ir a la celebración. Sin poder creerlo le preguntó: _"¿ Hija mía, qué vas a hacer allá? Todas las muchachas más bellas y ricas de la corte estarán allí. Sácate esa idea insensata de la cabeza. Sí que debes estar sufriendo, pero no hagas que el sufrimiento se vuelva locura."

Y la hija respondió: -"No, querida madre, no estoy sufriendo y tampoco estoy loca. Yo si se que jamás sería escogida, pero es mi oportunidad de estar por lo menos por algunos momentos cerca del príncipe. Esto me hará feliz." Por la noche la joven llegó al palacio. Allí estaban todas las muchachas más bellas, con las más bellas ropas, con las más bellas joyas y con las más determinadas intenciones. Entonces, finalmente, el príncipe anunció el desafío: La propuesta del príncipe seguía las tradiciones de aquél pueblo, que valoraba mucho la especialidad de cultivar algo, fueran: costumbres, amistades, relaciones, etc.

El tiempo pasó y la dulce joven, como no tenía mucha habilidad en las artes de la jardinería, cuidaba con mucha paciencia y ternura de su semilla, pues sabía que si la belleza de la flor surgía como su amor, no tendría que preocuparse con el resultado. Pasaron tres meses y nada brotó. La joven intentó todos los métodos que conocía pero nada había nacido. Día tras día veía más lejos su sueño, pero su amor era más profundo. Consciente de su esfuerzo y dedicación la muchacha le comunicó a su madre que sin importar las circunstancias ella regresaría al palacio en la fecha y hora acordadas sólo para estar cerca del príncipe por unos momentos. En la hora señalada estaba allí, con su vaso vacío

Todas las otras pretendientes tenían una flor, cada una más bella que la otra, de las más variadas formas y colores. Ella estaba admirada. Nunca había visto una escena tan bella. Finalmente llegó el momento esperado y el príncipe observó a cada una de las pretendientes con mucho cuidado y atención. Después de pasar por todas, una a una, anunció su resultado. Aquella bella joven sería su futura esposa. Y señaló la del vaso vacío. Todos los presentes tuvieron las más inesperadas

Entonces, con calma el príncipe explicó: -"Esta fue la chica que cultivó la flor que la hizo digna de convertirse en emperatriz: la flor de la honestidad. Todas las semillas que entregué eran estériles." Si para vencer estuviera en juego tu honestidad, pierde!. Serás así un vencedor.