sábado, 13 de junio de 2009

Sabios consejos

  • Observa el amanecer por lo menos una vez al año.
  • Estrecha la mano con firmeza, y mira a la gente de frente a los ojos.
  • Ten un buen equipo de música.
  • Elige a un socio de la misma manera que elegirías a un compañero de tenis: busca que sea fuerte donde vos sos débil y viceversa.
  • Desconfía de los fanfarrones: nadie alardea de lo que le sobra.
  • Recuerda los cumpleaños de la gente que te importa.
  • Evita a las personas negativas; siempre tienen un problema para cada solución.
  • Maneja autos que no sean muy caros, pero date el gusto de tener una buena casa.
  • Nunca existe una segunda oportunidad para causar una buena primera impresión.
  • No hagas comentarios sobre el peso de una persona, ni le digas a alguien que está perdiendo el pelo. Ya lo sabe.
  • Recuerda que se logra más de las personas por medio del estímulo que del reproche (dile al débil que es fuerte y lo verás hacer fuerza).
  • Anímate a presentarte a alguien que te cae bien simplemente con una sonrisa y diciendo: Mi nombre es fulano de tal; todavía no nos han presentado.
  • Nunca amenaces si no estás dispuesto a cumplir.
  • Muestra respeto extra por las personas que hacen el trabajo más pesado.
  • Haz lo que sea correcto, sin importar lo que otros piensen.
  • Dale una mano a tu hijo cada vez que tengas la oportunidad. Llegará el momento en que ya no te dejará hacerlo.
  • Aprende a mirar a la gente desde sus sandalias y no desde las tuyas.
  • Ubica tus pretensiones en el marco de tus posibilidades. Recuerda el viejo proverbio: Sin deudas, sin peligro.
  • No hay nada más difícil que responder a las preguntas de los necios.
  • Aprende a compartir con los demás y descubre la alegría de ser útil a tu prójimo. (El que no vive para servir, no sirve para vivir).
  • Concurre a tus compromisos a tiempo. La puntualidad es el respeto por el tiempo ajeno.
  • Confía en Dios, pero cierra tu auto con llave.
  • Recuerda que el gran amor y el gran desafío incluyen también 'el gran riesgo'.
  • Nunca confundas riqueza con éxito.
  • No pierdas nunca el sentido del humor y aprende a reírte de tus propios defectos.
  • No esperes que otro sepa lo que quieres si no lo dices.
  • Aunque tengas una posición holgada, haz que tus hijos paguen parte de sus estudios.
  • Haz dos copias de las fotos que saques y envíalas a las personas que aparezcan en las fotos.
  • Trata a tus empleados con el mismo respeto con que tratas a tus clientes.
  • No olvides que el silencio es a veces la mejor respuesta.
  • No deseches una buena idea porque no te gusta de quien viene.
  • Nunca compres un colchón barato: nos pasamos la tercera parte nuestra vida encima de él.
  • No confundas confort con felicidad.
  • Nunca compres nada eléctrico en una feria artesanal.
  • Escucha el doble de lo que hablas (por eso la Naturaleza nos dio dos oídos y una sola boca).
  • Cuando necesites un consejo profesional, pídelo  a profesionales y no a amigos.
  • Aprende a distinguir quiénes son tus amigos y quiénes son tus enemigos.
  • Nunca envidies: la envidia es el homenaje que la mediocridad le rinde al talento.
  • Recuerda que la felicidad no es una meta sino un camino: disfruta mientras lo recorres.
  • Si no quieres sentirte frustrado, no te pongas metas imposibles. 

jueves, 15 de enero de 2009

El Cofre Encantado

Reyes y sabios convivían en la antigüedad. Había un sabio en particular que ocupaba el pensamientos de muchos porque se decía que guardaba un cofre encantado que tenía un gran secreto. Un secreto, que la persona que lo aplicara, podía hacer triunfador en todos los aspectos de la vida y ser el hombre más feliz del mundo. Muchos reyes le ofrecían poder y dinero para obtener el cofre y nunca lo consiguieron

Un día llego ante el sabio un joven y dijo: Señor, Quiero ser inmensamente feliz y vengo a verlo para aprender a conseguir la felicidad.

El sabio, al ver la pureza del joven, respondió: A ti te daré el secreto para ser feliz. Ven conmigo y presta mucha atención. En realidad son dos cofres donde guardo el secreto para ser feliz y estos son: mi mente y mi corazón, y el gran secreto no es otro que una serie de pasos que debes seguir a lo largo de tu vida. Lo primero es que a la vida hay que disfrutarla cada día. Tu único punto de poder es el momento actual. Si quieres mover la silla en la que estas sentado, solo puedes hacerlo en el presente.

El segundo punto es quererte a ti mismo. Aceptarte tal como estas en este momento, en cualquier circunstancia. Las cosas son como son, pero como serán en el futuro dependen de ti mismo. Establece un plan de acción para llegar a donde quieres ir. El fracaso es la negativa a establecer un plan y trabajar para su cumplimiento, sean cuales sean los obstáculos a superar.

Poner en práctica todo lo que dices que eres. Eso indica que si piensas que eres inteligente, actúa inteligentemente. Si piensas que eres capaz, haz lo que te propones. Fija metas en tu vida y lucha por ellas hasta lograrlas. Esto se llama motivación. No debes envidiar a nadie por lo que tiene o por lo que es. Ellos alcanzan su meta, lo que se proponen mientras que tu logras las tuyas. No debes albergar en tu corazón rencor hacia nadie. Ese sentimiento no te dejara ser feliz. Perdona y olvida.

Cuando el objetivo se te escape por poco, no pienses que has fallado, sino que debes corregir la puntería. Solo fracasas cuando abandonas, buscas excusas o mueres. Como paso final, levántate siempre con una sonrisa en tus labios, observa a tu alrededor y descubre lo bueno que hay en cada cosa. Ayuda a los demás sin esperar nada a cambio. Ahora simplemente ve y se feliz!!!

domingo, 7 de diciembre de 2008

La caverna

Cuenta la leyenda que una mujer pobre con su hijo en los brazos, pasando delante de una caverna escuchó una voz misteriosa que allá adentro le decia: "Entra y toma todo lo que desees, pero no te olvides de lo principal. Pero recuerda algo: despues que salgas, la puerta se cerrará para siempre. Por lo tanto, aprovecha la oportunidad, pero no te olvides de lo principal"

La mujer entró en la caverna y encontró muchas riquezas. Fascinada por el oro y por las joyas, puso a su hijo en el piso y empezo a juntar, ansiosamente, todo lo que podía en su delantal. La voz misteriosa hablo nuevamente. "Tienes solo ocho minutos"

Agotados los ocho minutos, la mujer cargada de oro y piedras preciosas, corrió hacia afuera de la caverna y la puerta se cerró con un estruendo. Recordó entonces, que su hijo estaba aún dentro y la puerta se había cerrado para siempre.

La riqueza duró poco y la desesperacion... para el resto de su vida.

sábado, 25 de octubre de 2008

El Narciso

Mi hija me había telefoneado varias veces, para decirme: "Mamá, tienes que venir a ver los narcisos antes de que se acaben." Yo deseaba ir, pero era un camino de dos horas desde Laguna hasta Lake Arrowhead. "Iré este martes", le prometí con cierta renuencia, cuando llamó por tercera vez. El martes amaneció frío y lluvioso. Sin embargo, había yo prometido, y manejé hasta allá a regañadientes. Cuando finalmente entré a la casa de Carolina, los gozosos sonidos de niños felices me dieron la bienvenida. Encantada, abracé y saludé a mis nietos. "¡Olvida los narcisos, Carolina! ¡El camino está invisible con estas nubes y esta niebla, y no hay nada en este mundo, excepto tú y estos pequeños, que yo desee ver tanto como para manejar una pulgada más!"

Mi hija sonrió calmadamente y dijo: "Nosotros manejamos en estas condiciones todo el tiempo, Mamá." "Bueno", le aseguré, "no me harás volver al camino sino hasta que aclare, y entonces ¡será para encaminarme a mi casa!" "Pero, primero, vamos a ver los narcisos. Son sólo unas pocas cuadras," dijo Carolina. "Yo manejaré, estoy acostumbrada a esto." "Carolina", dije firmemente, "por favor." "No te preocupes, Mamá, todo está bien, te lo aseguro. Nunca te perdonarías haberte perdido esta experiencia."

Después de unos veinte minutos, doblamos a un angosto camino de grava y vimos un pequeño templo. Al otro lado del templo, vi un letrero hecho a mano, con una flecha, que decía: "Jardín de Narcisos." Salimos del carro, cada una tomó a un pequeño de la mano, y yo seguí a Carolina por el sendero. Entonces, al doblar una curva, miré y quedé boquiabierta. Delante de mí estaba la vista más gloriosa.

Parecía como si alguien hubiera tomado una enorme tina de oro y la hubiera derramado sobre la cumbre del monte y sus laderas. Las flores estaban plantadas en majestuosos diseños arremolinados, grandes fajas y tiras de un anaranjado intenso, blanco cremoso, amarillo cetrino, salmón rosa, azafranado y amarillo mantequilla. Cada variedad de diferente color estaba plantada en grandes grupos, de tal manera que se arremolinaban y ondulaban como un solo río, con su propio y único matiz. Había cinco acres de flores, unas dos hectáreas y media. "¿Quién hizo esto?", le pregunté a Carolina. "Una mujer nada más", me respondió Carolina. "Ella vive en este terreno. Ésa es su casa." Carolina señaló una casa bien cuidada con una estructura en A, pequeña y modestamente asentada en medio de toda esa gloria. Caminamos hasta la casa.

En el patio, vimos un letrero. "Respuestas a las Preguntas que Yo Sé que Estás Haciendo", decía el encabezado. La primera respuesta era una sencilla: "50, 000 bulbos." La segunda respuesta era: "Uno a la vez, por una mujer. Dos manos, dos pies y un cerebro." La tercera respuesta era: "Comenzó en 1958." Para mí, ese momento fue una experiencia-que-cambia-la-vida. Pensé en esta mujer a quien nunca había conocido, quien, hacía más de cuarenta años había empezado a traer, un bulbo cada vez, su visión de belleza y gozo a una obscura cima de un monte. Plantando un bulbo cada vez, año tras año, esta mujer desconocida había cambiado para siempre el mundo en que vivía. Un día cada vez, ella había creado algo de extraordinaria magnificencia, belleza e inspiración. El principio que su Jardín de Narcisos enseñó es uno de los grandes principios para celebrar.

Esto es, aprender a movernos hacia nuestras metas y deseos un paso cada vez -a menudo tan sólo un pasó de bebé cada vez- y aprender a amar el hacer, aprender a usar la acumulación de tiempo. Cuando multiplicamos minúsculos espacios de tiempo con pequeños incrementos de esfuerzo diario, encontraremos que podemos realizar cosas magníficas. Podemos cambiar el mundo. "Me pone triste, en cierto modo", admití a Carolina. "¿Qué hubiese yo logrado si yo hubiese pensado en una meta maravillosa hace unos treinta y cinco o cuarenta años, y hubiese yo trabajado esa meta 'un bulbo cada vez' a través de todos esos años? ¡Nada más piensa en lo que yo hubiera realizado!" Mi hija resumió el mensaje del día en su manera directa usual: "Empieza mañana", dijo. Ella estaba en lo cierto. Es tan sin sentido pensar en las horas perdidas del ayer. La manera de hacer el aprendizaje una lección de fiesta en vez de una causa de pesar es preguntar nada más: "¿Cómo puedo usar esto hoy?"

Usa el Principio Narciso. No esperes: Hasta que tu carro o tu casa estén pagados. Hasta que consigas un nuevo carro o casa. Hasta que termines la escuela. Hasta que regreses a la escuela. Hasta que limpies tu casa. Hasta que organices tu cochera. Hasta que limpies tu escritorio. Hasta que bajes cinco kilos. Hasta que subas cinco kilos. Hasta que te cases. Hasta que te divorcies. Hasta que tengas niños. Hasta que los niños vayan a la escuela. Hasta que tus hijos se vayan de la casa. Hasta que te retires. Hasta la primavera. Hasta el verano. Hasta el otoño. Hasta el invierno. Hasta que mueras

No hay mejor tiempo que ahora para ser feliz. La felicidad es un viaje, no un destino. Así, trabaja como si no necesitaras dinero. Ama como si nunca hubieras sido lastimado. Danza como si nadie te estuviera mirando. Te deseo un día precioso, un día narciso. No tengas miedo de que tu vida termine, ten miedo de que no comience. --Anónimo--

miércoles, 22 de octubre de 2008

Estrellas de mar

Se cuenta que en cierta ocasión la marea sacó a la playa miles y miles de estrellas de mar vivas. Una mujer con mucha sensibilidad y amor a las criaturas de Dios comenzó a recoger una por una cuantas estrellas podía, y una por una las devolvía al mar para evitar que murieran. Entonces alguien se le acercó y le dijo: "¿Para qué se molesta? ¡No vale la pena! ¿No ve que son miles y usted no podrá devolver sino unas cuantas al mar?" La mujer no dijo nada en ese momento. Sólo recogió otra estrella más y la devolvió al agua. Entonces comentó: "Para esa estrella de mar, sí valió la pena mi esfuerzo".

El mensaje de esta historia es que no siempre podremos cambiar a todo el mundo; pero podremos cambiar una porción de él. Que tal vez no podamos cambiar a toda la empresa, pero que tal vez logremos cambiar a una unidad. Que tal vez no podamos cambiar a todo nuestro departamento, pero tal vez logremos cambiar a una persona. Y entonces, por esa sola persona, nuestro esfuerzo habrá valido la pena.

domingo, 19 de octubre de 2008

La semilla de la honestidad

Se cuenta que allá por el año 250 AC., en la China antigua, un príncipe de la región norte del país estaba por ser coronado emperador, pero de acuerdo con la ley, él debía casarse. Sabiendo esto, él decidió hacer una competencia entre las muchachas de la corte para ver quién sería digna de su propuesta.Al día siguiente, el príncipe anunció que recibiría en una celebración especial a todas las pretendientes y lanzaría un desafío.

Una anciana que servía en el palacio hacía muchos años, escuchó los comentarios sobre los preparativos. Sintió una leve tristeza porque sabía que su joven hija tenía un sentimiento profundo de amor por el príncipe. Al llegar a la casa y contar los hechos a la joven, se asombró al saber que ella quería ir a la celebración. Sin poder creerlo le preguntó: _"¿ Hija mía, qué vas a hacer allá? Todas las muchachas más bellas y ricas de la corte estarán allí. Sácate esa idea insensata de la cabeza. Sí que debes estar sufriendo, pero no hagas que el sufrimiento se vuelva locura."

Y la hija respondió: -"No, querida madre, no estoy sufriendo y tampoco estoy loca. Yo si se que jamás sería escogida, pero es mi oportunidad de estar por lo menos por algunos momentos cerca del príncipe. Esto me hará feliz." Por la noche la joven llegó al palacio. Allí estaban todas las muchachas más bellas, con las más bellas ropas, con las más bellas joyas y con las más determinadas intenciones. Entonces, finalmente, el príncipe anunció el desafío: La propuesta del príncipe seguía las tradiciones de aquél pueblo, que valoraba mucho la especialidad de cultivar algo, fueran: costumbres, amistades, relaciones, etc.

El tiempo pasó y la dulce joven, como no tenía mucha habilidad en las artes de la jardinería, cuidaba con mucha paciencia y ternura de su semilla, pues sabía que si la belleza de la flor surgía como su amor, no tendría que preocuparse con el resultado. Pasaron tres meses y nada brotó. La joven intentó todos los métodos que conocía pero nada había nacido. Día tras día veía más lejos su sueño, pero su amor era más profundo. Consciente de su esfuerzo y dedicación la muchacha le comunicó a su madre que sin importar las circunstancias ella regresaría al palacio en la fecha y hora acordadas sólo para estar cerca del príncipe por unos momentos. En la hora señalada estaba allí, con su vaso vacío

Todas las otras pretendientes tenían una flor, cada una más bella que la otra, de las más variadas formas y colores. Ella estaba admirada. Nunca había visto una escena tan bella. Finalmente llegó el momento esperado y el príncipe observó a cada una de las pretendientes con mucho cuidado y atención. Después de pasar por todas, una a una, anunció su resultado. Aquella bella joven sería su futura esposa. Y señaló la del vaso vacío. Todos los presentes tuvieron las más inesperadas

Entonces, con calma el príncipe explicó: -"Esta fue la chica que cultivó la flor que la hizo digna de convertirse en emperatriz: la flor de la honestidad. Todas las semillas que entregué eran estériles." Si para vencer estuviera en juego tu honestidad, pierde!. Serás así un vencedor.

miércoles, 27 de agosto de 2008

El vestido de algodón barato

Una mujer en un desteñido vestido de algodón barato y su esposo, vestido con un raído traje, se bajaron del tren en Boston, y caminaron tímidamente sin tener una cita a la oficina de la secretaria de Presidente de la Universidad deHarvard. La secretaria adivinó en un momento que esos venidos de los bosques, campesinos, no tenían nada que hacer en Harvard y probablemente no merecían estar en Cambridge. 'Desearíamos ver al presidente' dijo suavemente el hombre. 'Él estará ocupado todo el día' barbotó la secretaria. 'Esperaremos' replicó la mujer.

Por horas la secretaria los ignoró, esperando que la pareja finalmente se desanimara y se fuera. Ellos no lo hicieron, y la secretaria vió aumentar su frustración y finalmente decidió interrumpir al presidente, aunque era una tarea que ella siempre esquivaba. 'Tal vez si usted conversa con ellos por unos minutos, se irán' le dijo. El hizo una mueca de desagrado y asintió. Alguien de su importancia obviamente no tenía el tiempo para ocuparse de ellos, y el detestaba los vestidos de algodón barato y los raídos trajes en la oficina de su secretaria. El presidente, con el ceño adusto y con dignidad, se dirigió con paso arrogante hacia la pareja.

La mujer le dijo 'Tuvimos un hijo que asistió a Harvard por solo un año. El amaba a Harvard. Era feliz aquí. Pero hará un año, murió en un accidente. Mi esposo y yo deseamos levantar un memorial para el, en alguna parte del campus'. El presidente no se interesó. El estaba en shock. 'Señora', dijo ásperamente, 'no podemos poner una estatua para cada persona que asista a Harvard y fallezca. Si lo hiciéramos, este lugar parecería un cementerio.'

'Oh no', explicó la mujer rápidamente. 'No deseamos erigir una estatua. Pensamos que nos gustaría donar un edificio a Harvard'. El presidente entornó sus ojos. Echó una mirada al vestido de algodón barato y al traje raído, y entonces exclamó 'Un edificio! ¿Tienen alguna remota idea de cuanto cuesta un edificio? ¡Hemos gastado más de siete millones y medio de dólares en los edificios aquí en Harvard!'

Por un momento la mujer quedó en silencio. El presidente estaba feliz. Tal vez se podría deshacer de ellos ahora. La mujer se volvió a su esposo y dijo suavemente '¿eso es todo lo que cuesta iniciar una universidad? ¿Por qué no iniciamos la nuestra?' Su esposo asintió. El rostro del presidente se oscureció en confusión y desconcierto.

El Sr. Leland Stanford y su esposa se pararon y se fueron, viajando a Palo Alto, California, donde establecieron la universidad que lleva su nombre, la Universidad Stanford, en memoria de un hijo del que Harvard no se interesó.

Ver: La historia oficial que publica la Universidad de Stanford